LECTURAS

El Crucero

EL CRUCERO
(Por Wveimar Samaca)
 
Bogotá D.C., sábado 4:30 am. Luego de un sueño bastante inquieto, tal vez por sensación de ansiedad o mantos de duda, estaba listo para afrontar un reto que había estado durante meses en mi cabeza y en la de José, Mauro, Darío, Édgar y otros compinches que no pudieron asistir; el reto de subir el puerto más largo del territorio Colombiano. Y no es para menos. Este puerto, que está ubicado entre los municipios de Aguazul (Casanare) y Sogamoso (Boyacá), más concretamente en lo que se denomina como la carretera del Cusiana o la Ruta 62, cruza la vertiente oriental de la Cordillera Oriental colombiana desde los 295 m.s.n.m. hasta 3.460 m.s.n.m., dando un desnivel positivo de aproximadamente 3.160 m.s.n.m. presentaba las cifras para superar al Alto de Letras o La Línea, otros puertos extensos reconocidos a nivel nacional o incluso internacional. El plan inicial era arrancar en la camioneta de José con nuestras queridas bicis y maletas hasta la ciudad del Sol y del Acero, como se le denomina a Suamox, bastión del antiguo Templo del Sol de los chibchas; Edgar y Mauro se habían adelantado el viernes anterior como grupo de avanzada para “estirar las piernas” en un viaje entre la capital y Sogamoso, que aparte de un pinchazo y la espera de 3 horas en las goteras de Tunja por escampar de un aguacero no tuvo mayores novedades, culminando su travesía de 224 km en horas de la noche. José, Darío, Rodrigo, quien oficiaría como conductor designado durante el transcurso de nuestro periplo, y mi persona saldríamos el sábado en la madrugada para llegar a Sogamoso hacia las 9 am. Nuestro trayecto de enlace a Sogamoso transcurrió sin novedades, y recién llegados al punto de partida, Darío y yo preparamos nuestras bicis para afrontar la primera parte de nuestro recorrido. Debido al cansancio producto del día anterior, Edgar y Mauro decidieron subirse al vehículo acompañante y José decidió no arrancar en su caballito de aluminio por problemas de espalda que estaba arrastrando desde unos días antes. Siendo así, enfrentamos el alto desde su vertiente noroccidental. El trayecto entre Sogamoso y El Crucero presenta 23 km de longitud y un desnivel de 1.023 metros, que resulta en una pendiente media al 3.5% y algunos tramos cortos con rampas entre el 14 y el 15%, culminando en la vereda Las Cintas a 3.442 m.s.n.m. Desde este punto se aprecia el Páramo de Las Cintas y La Sarna, que hacen parte del complejo de Páramo de Pisba, y al coronar se descendió sin pausa hacia el caserío de Toquilla, trayecto influenciado por fuertes ventarrones frontales y laterales que incluso por poco nos sacan de la carretera.
Hasta este momento teníamos buen tiempo, seco e incluso con algo de sol; y cuando retomamos el recorrido en Toquilla los vientos fuertes avisaban de condiciones menos favorables en el prolongado descenso hacia Pajarito (Boyacá), lugar destinado para almorzar. Desde el punto conocido como Peña de Gallo se desgajó un fuerte aguacero que sumado al frío, al viento y la gran cantidad de huecos e irregularidades del pavimento dificultaron el descenso; además, la vía presentaba más tráfico de lo habitual al servir como vía alterna desde el Altiplano Cundiboyacense hacia los Llanos Orientales. En algunos sectores la visibilidad por la lluvia se reducía apenas a unas decenas de metros. Debido a este factor, el recorrido fue más lento de lo habitual y arribé con Darío completamente empapados y embarrados (pero sanos y salvos) a Pajarito sobre las 3 de la tarde. Teniendo en cuenta que las condiciones de tiempo en el tramo restante entre Pajarito y Aguazul no iban a mejorar, decidimos subirnos al carro y guardar energías para la siguiente jornada, y el grupo arribó a Aguazul a las 5:30 pm. En esta localidad, ubicada en el Piedemonte de los Llanos Orientales a mano izquierda del río Unete, nos encontramos con Ader, un conocido de José que había venido desde Bogotá en bus con bicicleta de montaña a bordo para hacer también este gran reto, incluso estrenando zapatillas. Todos aguardábamos que San Pedro cerrara el grifo para día del reto; luego de departir y afinar los últimos detalles de la alimentación para el siguiente día en el hotel, el grupeto al completo logró conciliar el sueño. Domingo 5:10 am, bajo un cielo parcialmente nublado afortunadamente en condiciones secas, nuestro grupo de seis gladiadores junto con Rodrigo piloteando la móvil salieron a enfrentarse al monstruo, con sus respectivos equipos de iluminación necesarios por lo menos para cubrir parte del primer tramo del puerto estimado hasta Pajarito, lugar destinado inicialmente para el desayuno. Este tramo de 31 km (que se podría denominar como Piedemonte) incluye en primer lugar un falso plano de 10 km con un promedio de pendiente del 2%, donde se intercalaban ocasionalmente algunas rampas del 6%; luego se procede a subir el Alto de Boquerón, que en realidad son dos ascensos encadenados con un descenso corto que suman en total 14 km, donde se sube hasta los 1.000 m.s.n.m. y teniendo como características especiales un promedio del 4.2% de pendiente, escondiendo rampas duras del 9, 10 y 12%, para culminar en un descenso de 5 km hasta Pajarito,ubicado en la margen derecha del río Cusiana. El grupo se tomó esta parte inicial con mucha calma, esquivando o sobrepasando los múltiples huecos y sectores sin pavimentar, aunque Mauricio fue uno de los primeros integrantes que iniciaron acciones para seleccionar al grupo. En este sitio yo tuve un pequeño problema mecánico en el tramo de falso plano, el cual se pudo solucionar con el oportuno acompañamiento de Rodrigo.
A pesar de la sensación de frescura en el ambiente, el calor y la humedad se empezó a sentir en los primeros kilómetros del tramo de Piedemonte. Antes de iniciar el ascenso al Boquerón el grupo ya se había seleccionado; después de la desvarada conecté con Darío, Ader, José y Edgar en las rampas iniciales. Algo de tráfico pasaba con frecuencia, por lo que debía irse a un ritmo suave tomando precauciones en las curvas cerradas o sectores en mal estado; en este tramo nos cruzamos con un grupo de colegas en todo terreno que también se enfrentaron a este sector de la subida. El último compañero a quien logré cazar fue a Mauricio, prácticamente coronando el Boquerón. Luego, algo distanciados, emprendimos el descenso hacia Pajarito, donde Ader, Mauricio, Darío, Rodrigo y mi persona paramos a desayunar, mientras que José y Edgar variaron el plan inicial prolongando su parada hasta Curisí, punto marcado en el km 42 de la altimetría. En este momento eran aproximadamente las 9 am, por lo que el tramo entre Pajarito y Curisí se tornó más caliente y húmedo, con una dificultad adicional por la irregularidad del terreno y el estado del pavimento en algunos sitios. En estos 11 km se esconden tramos de descenso rápidos, repechos de doble dígito (incluso del 16 y 18%) y falso llano, a pesar que en la altimetría hay una marcada tendencia hacia el ascenso. Este tramo se tornó bastante difícil por el cansancio y sensación de falta de hidratación. En este tramo José desistió de su intento debido a sus problemas de espalda y con Rodrigo estuvieron al tanto de la necesaria asistencia; Edgar se mantuvo al frente, mientras el grupo que arrancó de Pajarito ya se había roto, con cada integrante marcando su propio ritmo. A partir de Curisí y luego de una curva hacia la derecha, empezó el tramo más duro de este puerto: 30 km al 6% de pendiente media. Un castigo continuo para las piernas cansadas por el desgaste acumulado, aunque a mitad de este duro tramo se siente un ambiente más fresco y la presencia de vegetación un poco más tupida favorece pedalear en la sombra. Iniciando este tramo alcancé a Edgar, pero a un ritmo de aprox. 9-10 km/h; se sentía en algunos momentos pedalear sobre el vacío, alternando en ocasiones con el pedaleo parado en los pedales y pensando en comer e hidratarse bien. Es un tramo crítico física y mentalmente, pero la sensación en el pedaleo para mí (personalmente) fue mucho mejor que en la zona templada, antes de llegar a Curisí. El paisaje alrededor, especialmente en Salto Candelas (km 51) y Peña de Gallo (km 67) es absolutamente impresionante ofreciendo postales que quedan en la memoria de los que afrontamos este reto. Algo particular en este tramo fue el encuentro esporádico de algunos ciclistas, especialmente un grupo de muchachos que afrontaban el reto de hacer semejante travesía ¡en bicicletas de piñón fijo! Mucha valentía y tenacidad de los colegas, los cuales aceptaron también palabras de ánimo y algo de asistencia ofrecida por parte de Rodrigo y José.
En la parte final de este tramo (km 67 a 76) se esconden algunos descensos y rampas de doble digito, para luego afrontar un corto descenso hacia Toquilla, un punto de parada obligatorio para rehidratar y consumir algún alimento con alto valor calórico. La sensación de frío continuo a esta altura (3.000 m.s.n.m.) no permite que el descanso se prolongue por más de cierto tiempo, por lo que era preciso continuar con el reto. Tras esperar a los integrantes durante algunos minutos, decidí montarme en la bici y arrancar en solitario, mientras Ader, Edgar y Mauricio continuaron un poco más rezagados;Darío decidía que hasta este punto culminaba su intento y se subía al carro acompañante. A primera vista de la altimetría este último tramo (km 78 a km 96) pareciera que fuera un poco más sencillo, pero con las piernas minadas por los kilómetros y el desnivel acumulado el recorrer estos últimos 18 kilómetros resultó un auténtico sufrimiento; sin embargo las ganas de coronar pueden más que los deseos de retirarse. El viento frío hizo presencia, aunque no con la intensidad de las ráfagas del día anterior, y aunque entre el páramo de Toquilla (km 85), y el páramo de Las Cintas (últimos 3 km de la altimetría) aparecían tramos continuos con rampas de doble dígito, la sensación de estar cada vez más cerca me hizo olvidar bajarme de la bici… Y en los últimos metros en solitario, puño izquierdo arriba, soltar un grito y mirar hacia el firmamento fue la expresión de la satisfacción por cumplir el reto, bajo una apenas perceptible llovizna. Altimetría de El Crucero desde Aguazul (Fuente: Altimetrías de Colombia) La llovizna en la cumbre del puerto se hizo más intensa, así que decidí esperar a mis compañeros de esta larga y difícil batalla en El Crucero, caserío ubicado en el cruce de la vía a Sogamoso y al municipio de Aquitania. Correspondía afrontar las curvas con cuidado por el piso mojado y superar algunos repechos que se hacían eternos por el frío continuo. Por el cansancio y el frío fue costoso bajarme de la eterna compañera, de mi caballito de aluminio; y también fue costoso creer lo que había hecho hasta hace unos minutos. Cuando mis compañeros de travesía llegaron, la incredulidad se fue transformando poco a poco en emoción y felicidad por el logro cumplido, así como se compartió estos sentimientos con otros ciclistas que poco a poco iban llegando de coronar este impresionante alto. Almuerzo con trucha en el sitio de arribo, algunas cervezas y nos dirigimos hacia el campamento base en Sogamoso. Al culminar la jornada, Ader se despidió de nosotros, por cuestiones laborales tuvo que regresar con su bicicleta en mano a Bogotá en flota, mientras se departían algunas cervezas de más comentando las impresiones y sensaciones de la jornada. Luego, un merecido descanso y el regreso a Bogotá en el vehículo de José el lunes festivo en la mañana. Para cerrar esta crónica, expreso mis más sinceros agradecimientos a Mauricio, Darío y Édgar por su compañía en la bici y creer en esta aventura. A Ader que nos cayó por sorpresa pero fue un excelente compañero sobre la ruta en su bici de montaña y a partir de esta experiencia un amigo más. A Rodrigo por la asistencia que ofreció desde el carro acompañante, sus continuos ánimos y algunas fotos y videos que quedarán para el recuerdo. A José que desde el principio incentivó la idea de hacer este puerto y que ojalá en una pronta ocasión lo logre realizar. A los colegas que nos cruzamos por el camino y ofrecieron una palabra de ánimo; y a las y los lectores que se animaron a leer esta crónica y tal vez se enfrenten al reto de anotar en su lista el puerto más largo de Colombia. EPÍLOGO: Lunes 3:30 pm. Descargo las maletas, mi caballito de aluminio, los datos recogidos en el ciclocomputador… Recuerdo la carretera, las curvas, las sensaciones, la felicidad, las ganas de estar allá nuevamente. Si no podré dormir, será por la ansiedad de estar nuevamente en la carretera.

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