SANTANDERCITO RECARGADO

Como si fuera poco el esfuerzo hecho en cada jornada, sobre todo en los premios de montaña en disputa, la “organización” decidió alargarnos el puerto del Tequendama, que siempre habíamos hecho desde un caserío a la orilla de la carretera conocido como Santandercito. Pero ahora resultó que este sitio en realidad se llamaba Bellavista y que el verdadero Santandercito quedaba un poco más abajo. Además de esto, dizque “para ahorrar tiempo” no descenderíamos por la misma vía por donde íbamos a subir sino que lo haríamos por Puerto Araujo o 27 que llaman, en donde desviaríamos a la izquierda para buscar la población de San Antonio del Tequendama, ésta sí, la contrameta a unos 1.540 metros sobre el nivel del mar.  ¡Qué enredo tan verraco!
Pero empecemos por el principio.  De Mosquera partimos 14 pedalistas con un esplendoroso sol a cuestas. Para destacar, el regreso de nuestro compañero Diego, quien está de receso de temporada en su club de competencia Supernova y aprovechó para irse de entrenamiento con los BSR y no bajar la guardia de cara a la nueva temporada 2015.
Nuestro premio de cuarta categoría de entrada, Mondoñedo, fue ganado por Leonardo, quien ante la ausencia de Jeferson por su cumpleaños y de Sander, no tuvo que exigirse al máximo para llevarse los puntos.  Lucho fue otro que regresó a las salidas y lo hizo con todas las de la ley, pues se quedó con el segundo lugar, seguido por David (cómo sube este muchacho) y el líder de la general Javier. Rubén se metió por delante de José, quien había arrancado en punta, escoltado por Alvaro y Mauricio.  En la novena plaza arribó Paolo, que sigue ganando en rendimiento, seguido por Carlitos, que se me salvó de un hachazo en la última curva y me apretó el paso. Detrás de mí, venía muy juicioso Elkin, quien desconociendo el terreno no se percató de que ya habíamos coronado y me dejó llegar delante de él. Cerrando el grupo Gabriel, a muy pocos metros, ahorrando energía para lo que se avecinaba.
Llegamos a la Ye, donde se unieron Sander, Luigi y Yesid para completar 17 pedalistas. Con ellos iniciamos el descenso hasta el 27 donde nos reagrupamos y desviamos hacia nuestro nuevo destino, San Antonio del Tequendama.  Una carretera angosta, con muchas curvas pero en buen estado, salvo algunos cortísimos tramos destapados y otros tantos en adoquín, que no interrumpieron para nada la serpiente multicolor que se deslizaba cuesta abajo. Ni qué decir del paisaje a nuestro alrededor, frondosos bosques por el flanco izquierdo con la típica vegetación de las tierras templadas y una vista maravillosa de valles y montañas a la derecha, que por sí solo pagaban la boleta para aventurarse hasta estos parajes. Lo único malo era que seguíamos bajando sin parar y al contrario que las leyes de la física, la norma dicta que todo ciclista que baje, tiene que volver a subir... ¡No hay de otra!
Llegamos al pueblo cual bandola no esperada, nos instalamos en una fonda ubicada en la esquina de la plaza principal y arrasamos con todo lo que nos cupo en nuestra cansada humanidad. El sol seguía su camino inclemente y la temperatura iba en alza. Al cabo de unos minutos levantamos obra, arreglamos cuentas e improvisamos una sesión fotográfica.  Hicimos algunos ajustes técnicos de última hora, algo de aire por allí, apretar un tornillo por allá, calibrar relojes, etc. El momento de la verdad había llegado, para algunos la alegría se convirtió en incertidumbre; para otros solo era un ascenso más, para unos cuántos, el duelo ciclístico estaba por comenzar.
El plan de carrera era sencillo:  Paso neutralizado por Yesid hasta la llegada a Bellavista, de ahí en adelante, si te vi no me acuerdo.  Apenas superado los primeros  cien metros, la carretera ya estaba en desventaja para el grupo. Un par de kilómetros adelante David se vio afectado por un pinchazo. Los de adelante no dudamos en romper el pacto. En nada afectaría nuestra ausencia en el sitio del desvare y si ganaríamos algo de ventaja. Seguimos de largo Yesid, Gabriel, Carlos y este humilde servidor.  El primero nos serviría de guía y marcaría el ritmo a seguir. A medida que avanzábamos la inclinación se hacía mayor. Llegamos, ahora sí a Santandercito, no sin antes superar una rampa de notable gradiente.  Nuestro conductor elegido fue alejándose de nosotros, los demás apenas podíamos seguirle de lejos.  No hubo mucho tiempo para disfrutar este tramo, el esfuerzo exigía mucho de sí y la mente estaba concentrada en el pedaleo jadeante. Después de un tiempo, que se me hizo inacabable, salimos por fin a la vía principal que conduce a Mesitas del Colegio, es decir a Bellavista, pero esta vez sin faltar a la verdad, ya íbamos más que cansados.
Paramos al otro lado de la vía. Ninguno de los cuatro quiso seguir de largo. Gabriel aprovechó para ir a comprar una bebida energizante mientras que los demás hacíamos el amague de esperarlo.  En este instante apareció Diego. Se había venido detrás de nosotros y esperaría el paso de los felinos para unirse a la cacería. Llegó Gabriel, llenó su caramañola y se montó en su bici. Arrancó sin dolor, aduciendo ganar el mayor tiempo posible de ventaja. Esperamos un par de minutos y emulamos al ahora puntero.
“Nos vamos juntos” – dijo Yesid apenas arrancamos. Me puse al frente del trío con paso bastante moderado y emprendimos lo que quedaba de ascenso. Al siguiente kilómetro fui relevado por Yesid, mientras que Carlos se mantenía en la retaguardia. Nuestra rueda apretó el paso y casi imperceptiblemente se fue alejando, había roto su promesa.
Un gallo cantó en el camino, nos acercamos al zoológico, pensé yo, no porque se encuentren de estos animales ahí, pero igual, me imagino que necesitan un despertador. Estando en estas divagaciones, y sin avisar su presencia, pasó Sander, no como una moto, no señor, pasó como una bala. La onda explosiva nos envolvió y su impactó sirvió de impulso. La cacería había empezado. “Cuando sea grande…” – alcanzamos a escuchar que decía Yesid unos metros adelante.  El otro Tigre, Leonardo, pasó más tarde, la diferencia ya era de unos 500 metros.
Seguimos la terapia con Carlitos aguardando la segunda oleada. No hubo que esperar mucho, Luigi con José a sus espaldas, subían en franco duelo cabeza a cabeza. A tan solo unos cinco metros pasaron el resto de tigrillos: Rubén, David, Alvaro, Lucho y Javier; completaban la jauría sin perder de vista a sus congéneres.  La situación estaba planteada, el desenlace era de pronóstico reservado.  Seguí con mi escudero sin hacer un gasto excesivo.  El siguiente en pasar fue Elkin, ratificando que está para grandes cosas luego de su cansado estreno en Guatavita. Iba en solitario, si bien es cierto no llevaba un paso para alcanzar a los de la B, por lo menos seguía aventajando a los de su categoría, la C, Mauricio y Paolo, quienes pasaron tiempo después, ya cuando el perseguido se perdía de vista en el horizonte inmediato. Hasta aquí también aguantó Carlitos detrás de mí, mas no porque le faltaran las fuerzas, sino por exceso de ellas.  Abandonó la retaguardia y se fue en busca de los dos últimos BSR que nos acababan de sobrepasar. Al cabo de un par de minutos pasó Diego, quien con pedaleo moderado, trataba de recuperar el terreno perdido, soltando una frase a manera de disculpa: “Arriba veremos cómo se igualan las cargas”.
Abandonado a mi suerte en el cierre del pelotón pero todavía con gasolina para rato, seguí avanzando con la esperanza de reencontrarme con algún rezagado del tipo de la etapa anterior y repetir la dosis que tan buenos resultados me había traído. Todavía lejos, pero mucho más cerca aún de cuando empezamos a subir en Bellavista, los tubos enclavados en la montaña parecían casi inalcanzables, sobre todo cuando pasaban los automóviles cual réplicas de carros de colección de El Tiempo.
El empujón que necesitaba para hacer más llevadero el ascenso, me lo vino a dar la imagen de un uniforme verdeazulado que a lejos se distinguía perfectamente como un BSR, pero que la misma distancia y mi visión no lograba identificar al jinete. Poco a poco, como se van sucediendo las cosas por los lados de la moto 3, me vine a dar cuenta que era el viejo Yesid y que había aflojado un poco el paso. Luego de varias ocasiones de perderlo en una curva y encontrarlo en la siguiente recta, logré alcanzarlo y ponerme al frente de su bicicleta. Al principio creí que sería un sobrepaso fácil, pero estaba muy lejos de la realidad. Mi compañero no solo se quedó a mi rueda un buen tiempo, sino que colaboró haciendo relevos cuando mi paso se hacía más pesado. La batalla por el podio de la retaguardia no sería fácil.  Hicimos las largas rectas que nos adentrarían al cobijo de la montaña, ambos con la esperanza de darle alcance a Gabriel, que como dice el cuento: no se le veía ni en las curvas. ¿Ya se habrá subido a una flota? Fue la pregunta que primero se nos vino a la cabeza.
Entramos a la parte de las rampas duras, o sector de tubos que llaman en “la facultad”. Un giro a la izquierda anunciaba que había que sacar las reservas para poder coronar el Salto. Una a una, ora hacia un lado, ora hacia el otro, se fueron sucediendo las agotadoras curvas que iban mermando las fuerzas de los pedalistas. En una herradura a medio camino de esta serpiente asfáltica me percaté de que Yesid ya perdía conmigo más de cien metros. Ya habíamos pasado la Virgen y la neblina pronosticaba que el Salto del Tequendama estaba muy cerca.  No tenía otra opción que no bajar la guardia y poner la mayor cantidad de terreno posible entre mi perseguidor y yo. Si la ventaja no era suficiente, las probabilidades de recuperarse en los repechos que nos llevarían al Charquito estaban a favor del viejo Yesid.
No les puedo decir que apreté el paso, no tenía con qué hacerlo; pero me sostuve en mi cuota moderadora y así llegué a la antigua morada de Bochica.  Hice los cambios que creí convenientes para mantenerme pedaleando a buen ritmo y no ceder demasiado. Las piernas ya acusaban cansancio pero no había tiempo para descansar.  Luego de superar los innumerables repechos por fin aterricé en El Charquito. Aproveché para estirar la espalda y me alisté para el último escollo. La bicicleta chilló a mis pies mientras nos trepábamos en la última rampa, la más dura creo yo, de todo el recorrido.  No creo que tenga más de 500 metros este repecho, pero con el kilometraje acumulado, duele hasta el alma poder superarlo.  En medio de esta tachuela, pude ver por fin al tan buscado Gabriel, quien se balanceaba con su bici en los últimos metros de la cuesta. Se me pasó por la mente que todavía podía alcanzarlo, pero mientras él ya coronaba lo duro, yo hasta ahora estaba haciendo la tarea.
Al llegar arriba, el fugitivo ya se había descolgado y pasado el peaje. Apreté un poco con los últimos alientos pero ya era demasiado tarde. La ventaja era de más de cien metros y la meta estaba a menos de doscientos. El  viejo Gabi nos había ganado… y montado sobre su bici. ¿Será que no tenía para el pasaje?
En la línea de sentencia los felinos reposaban en el pasto lamiéndose las fauces.  No hubo quien alcanzara a Sander quien se llevó la etapa una vez más.  Leonardo, como era de esperar, llegó en segundo lugar. Lucho demostró que no estuvo perdiendo el tiempo en su ausencia y completó el podio. José ganó el duelo a Luigi en el Salto del Tequendama pero lo perdió en los repechos de nuevo. Aparte de eso, se descuidó en los últimos metros y Alvarito le dio su hachazo mortal y lo relegó a la sexta casilla.  En el séptimo puesto llegó Javier seguido por Rubén. David debió conformarse con el octavo luego de tener que hacer una parada técnica para inflar una de sus ruedas. Elkin mantuvo su posición y ganó en su categoría por encima de Paolo, quien ya se había sacudido de Mauricio. A Carlitos le alcanzó el impulso para pasar a Gabriel y llegar de trece en la etapa. El viejo Yesid coronó por primera vez este puerto sin necesidad de bajarse y demostró que está avanzando en su estado físico.
Eso es todo compañeros. Nos vemos la próxima. Ya solo queda una etapa y esto está para alquilar balcón. No olviden que pueden consultar las posiciones y clasificaciones del Clásico Bogotá Sobre Ruedas Finalización 2014. Hagan sus apuestas.

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