CLAUSURA

Un inusual clima decembrino con lluvias persistentes durante todo el día, tenían en vilo el epílogo de la temporada 2015 de Bogotá Sobre Ruedas. El pronóstico era reservado la víspera y solo al amanecer del domingo 14, sabríamos si nos volveríamos a ver las caras este año montados en nuestras bicicletas.

Muy a pesar de mis deseos de dormir tarde aquella mañana, la balanza se inclinó a favor de los amantes del ciclismo, luego de una noche de lloviznas aisladas que hicieron dudar incluso a los más optimistas. El sol se abrió paso entre las grises nubes y el pavimento unas horas antes mojado, ya invitaba a la infaltable cita dominguera.

Enfundado en el verde-azul de BSR y tan solo un kilómetro después de haber salido de mi casa, la suerte empezó a cambiar y un pinchazo de camerino me retrasó lo suficiente como para no alcanzar a llegar a tiempo al punto de encuentro. Vía telefónica avisé a los compañeros con la esperanza de conectarlos adelante de Siberia, pero al pasar por este sitio me percaté de que la rueda del incidente tenía un bote, producto tal vez del mal servicio técnico de mi parte. También aquí me di cuenta de un par de llamadas pérdidas provenientes de un nuevo compañero que casualmente recogíamos pasando el puente y de cuyas señas particulares para identificarlo era yo portador. Le devolví las llamadas pero no hubo respuesta. Lo mismo hice con José para averiguar dónde iban, a lo que me respondió que el grupo ya iba bastante adelantado pero que él iba rodando a paso moderado antes del peaje.

Me uní al primer combo que pasó raudo por la Autopista Medellín, con el molesto bote de la rueda en cada revolución. Al pasar el peaje quedé cortado, pero el impulso me sirvió para alcanzar a José antes de la tachuela de la Arenera. El se encargó de confirmarme el impase con la rueda, por lo que le dije que siguiera adelante mientras yo aprovechaba la bicicletería de Puente Piedra para arreglar el daño, igual, dado el bajo estado físico por el que atravesaba, unido a la inactividad del puente festivo del día de las velitas, solo iba a bajar hasta El Chuscal y no se justificaba retrasar más a mi gregario.

Aproveché el paso por el taller para despinchar y montar el neumático averiado una hora antes y dejar el nuevo que había montado como reserva “por si las moscas”. Al salir de nuevo a la carretera me crucé con un amigo que venía impulsándose en sentido contrario por la berma. Me devolví para ver lo que le había sucedido y me contó que se había caído al ir detrás de unas todoterreno que se enredaron. Llevaba el rin delantero doblado como una ese, y le presté una llave bristol para que soltara la herradura del freno que impedía que la rueda pasara sin tocarse entre sí.

Llegué al cruce del Rosal y empecé a subir el Alto del Vino con el piñón 25 para no hacer mucho gasto. La tarea a paso bastante moderado me llevó 20 minutos y al llegar arriba paré a echar un vistazo por si había algún BSR y de paso llamar a nuestro compañero nuevo. Otra vez sin respuesta. De pronto escuché una frenada de automóvil que me hizo cabecear inmediatamente. Un colega acaba de coronar el Alto y sin tomarse la precaución de mirar hacia atrás se atravesó de carril para ir a los kioskos de la cima, con tan mala o buena fortuna que un carro que venía a unos 80 km/h., calculo yo por lo largo de la frenada, lo alcanzó al final de la frenada, tan solo ocasiónándole la doblada del rin trasero, mientras que el ciclista quedó totalmente pálido del susto pero gracias a Dios ileso.

Los innumerables pedalistas que estaban en la escena, se volcaron sobre los dos ocupantes del vehículo, increpándolos por el exceso de velocidad en esta zona, pues está muy bien demarcado que no debe sobrepasar los 30 km/h., más aún cuando hay tanto ciclista en la vía. Sin embargo no sobra recordar, que hubo mucho de imprudencia del accidentado al hacer esta maniobra peligrosa.

Con estos tres antecedentes, algo me decía que hoy no era mi día para montar bicicleta. Llamé a Javier para informarme de la situación de carrera: Giovanny se había devuelto en El Vino. Peter había bajado hasta El Chuscal con Antonio, el compañero nuevo, quien providencialmente pudo identificar al grupo a su paso por Siberia y se unió a ellos, el resto estaban en la entrada a San Francisco y solo restaba por llegar Paolo y José. El clima era benigno.

Lo pensé dos veces antes de bajar. Incluso me pasó por la mente devolverme en este punto. Sin embargo era la última salida del año con el grupo y valdría la pena esperarlos y devolverme con ellos. La neblina empezó a cubrirlo todo y la temperatura bajaba con ella. Quedarme aquí mientras subían sería muy aburridor y engarrotador. Me puse el impermeable y me descolgué. Pasando La Quebrada vi que Peter ya iba subiendo, detrás de un colega, sin duda Antonio. Seguí de largo y desembarqué en El Chuscal, donde me dispuse a desayunar. Quince minutos después ya estaba listo.

Arranqué con la esperanza de que mis compañeros no me alcanzarían antes de llegar a La Quebrada del Vino. El frío hizo que cogiera un paso bastante cadencioso. Alcancé a subir un kilómetro cuando sentí que la bicicleta se ponía pesada y no quería andar, cuál mula en el monte. Miré hacia atrás, ¡bingo!, otra vez pinchado. Definitivamente hoy era mi día. Me acordé de Luigi y su aversión por esta ruta, debido a su “mala suerte” con los pinchazos en su último intento. ¡Cómo lo puyé para que saliera!, ¡Cómo lo vacilé para que llevara muchos parches y mangueras!, y hasta pasaje para la flota. Y aquí estaba yo, castigado por el poder de la lengua, en la misma situación. Qué le íbamos a hacer. Al mal tiempo buena cara.

Desmonté la rueda trasera, coraza y manguera; para darme cuenta que el daño era el mismo parche que había mandado despinchar esta mañana en la bicicletería. Había quedado mal arreglado. Puse el neumático nuevo de reserva y me disponía a montarlo cuando me pareció distinguir a lo lejos la silueta de dos sobreruedistas. Seguí en mi labor mientras se acercaban un poco, al cabo del cual, los distinguí perfectamente, eran José y Javier en punta de competencia. Puse la rueda en el piso mientras José parecía que se iba a bajar para ayudarme. Le hice señas de que siguieran, que todo estaba bien y me di el lujo de aplaudirlos y avivarlos. Ahora era testigo y espectador de una “trepada en acción” del BSR.  No muy lejos venían Alvarito y David persiguiendo y un poco más atrás Rubén con su banda sonora a la espalda. Acoplé neumático y coraza y empecé a darle vida a la rueda con inyecciones de aire. Ahora venían los tigres. Leonardo y Sander mano a mano, devoraban los kilómetros y ya colocaban en la mira a los punteros. Acabé de inflar la rueda. Me entró el afán. Ya solo faltaba Paolo y la ventaja no parecía mucha. Recogí el reguero de herramientas y me uní a la caravana desde lejos.

La pendiente se hizo más dura, la falta de entrenamiento otra vez hacia su mella en las piernas. Llegué a la Quebrada y estiré la espalda en el leve repecho, presto a finiquitar los últimos cinco kilómetros del Premio de Montaña. Las dos herraduras del comienzo me hicieron balancear sobre la negra, pero pude resistir el parto. Ahora solo era cuestión de sostenerme por los siguientes y definitivos tres kilómetros.

Adelante la disputa del puerto estaba para pagar balcón. Javier se fue en solitario y José no pudo aguantar el paso, por lo que fue alcanzado por Leonardo y Sander. Sin embargo éste último, “se quedó sin piernas” –según sus declaraciones posteriores- y vio como su compañero de faenas se le iba sin remedio en busca de Javier, quien no opuso mucha resistencia, cediendo el liderato del puerto a Leo, a la postre primero en la cima. A pesar de que Sander tuvo para alcanzar a Javier y pasarlo de largo, la ventaja volvió a neutralizarse, pues el tigrillo tenía más garras que el tigre. Llegaron a los dos últimos kilómetros finales y viendo el ratón que el gato ya no acechaba, apretó el paso y se impuso en la meta. José mantuvo la diferencia con Alvaro y éste a su vez con Rubén.

Faltando cuatro curvas, cuando a lo lejos ya se ve la culminación del ascenso, vi a dos colegas a los que les estaba recortando terreno. El primero de camiseta amarilla, alcanzó al segundo de camiseta oscura, quien llevaba un paso bastante dramático. Poco a poco le fui dando alcance y no tardé en reconocerlo, era David, quien había agotado su tanque de reserva y ahora se entregaba a un kilómetro de la cima. Pasé unos treinta segundos después que se había bajado de su flaca y estiraba su espalda contra la montaña, la misma que estaba a punto de coronar. Le di ánimos y seguí de largo, logrando sacar un minuto de ventaja sobre él y otro sobre Paolo que ya venía pisándome los talones.

Un pequeño refrigerio y nos lanzamos otra vez cuesta abajo. En el terreno plano nos volvimos a agrupar y juntos subimos y bajamos La Arenera en donde los sprinters empezaron a hacer escaramuzas que sin embargo no lograron desbaratar el grupo sino hasta bien adelante del punto de fuga, donde nos quedamos con el viejo David, que venía ya en plan de acabar la etapa sin entrar más en gastos.

La sorpresa la volvió a dar Leonardo, quien se quedó con el primer puesto, arrasando con los dos puertos del Vino de ida y vuelta y la etapa final. Lo escoltó Sander seguido por Javier, Alvaro, José, Rubén, Paolo, Peter y Antonio, que demostró que desempeña muy bien en el plano.

Y como dicen los cantantes, con esta me despido. Agradezco a todos los compañeros de Bogotá Sobre Ruedas que fueron participes de las salidas del grupo en este año y a todos los lectores de la página que nos leen y nos siguen a través de estas crónicas, donde tratamos de relatarles lo que acontece en nuestras salidas dominicales.

El Clásico BSR Finalización deja como campeón de la General a Javier Suárez, a Leonardo Ramírez en la Montaña y la Regularidad, a Sander Guarín en los Sprints y a Mauricio Roa en los Novatos. A todos ellos nuestras más sinceras felicitaciones y aplausos, y esperamos poder contar con ellos la próxima temporada.

Aquí les dejo algunas cifras de esta tercera temporada 2014, para los que gustan de las estadísticas que muy juiciosamente lleva nuestro compañero José.

- 34 Salidas Oficiales del Grupo
- 2.764 kilómetros recorridos (aparte de los desplazamientos a la casa)
- Alrededor de 30 poblaciones visitadas
- 38 Nuevos integrantes
Y desafortunadamente un integrante fallecido, que ahora nos acompaña desde el otro lado.

No siendo más, les deseamos un Nuevo Año lleno de Paz, Salud y Prosperidad para todos ustedes y sus seres queridos.

No hay comentarios.: