San Francisco y San Pedro en Llave
Una amenaza de lluvia se cernía sobre la Sabana de Bogotá aquella mañana del 29 de marzo de 2015, el chat de whatsapp de BSR estaba bastante activo desde muy temprano y la gran mayoría coincidíamos en el mismo pronóstico: cielo totalmente nublado, piso mojado y lloviznas aisladas en algunos sectores de la capital. Sin embargo algunos integrantes que vivían hacia los lados de la Autopista Medellín, sitio por donde hoy nos disponíamos a salir, daban noticias más optimistas sobre el clima, augurando incluso la inminente salida del sol. Optamos por favorecer a algunos compañeros del sector de Kennedy y Fontibón quienes todavía veían caer gotas de agua por sus ventanas, por lo que la salida quedó aplazada en 30 minutos de la hora establecida.
Siendo fieles a la realidad, esta corrección en el horario ocasionó un pequeño despelote entre varios sobreruedistas que no estaban al tanto de los nuevos ajustes. Algunos llegaron puntuales al sitio de encuentro, pero al no ver a nadie partieron y dejaron escrito en el piso una nota que avisaba a los que llegaran después de que el grupo ya había arrancado. No obstante estos primeros se estacionaron en Siberia, mientras que un trío conformado por Carlitos, Rubén y el Tocayo; siguieron al pie de la letra las instrucciones y pasaron de largo sobre el puente en búsqueda infructuosa de un lote que no iba adelante. Otros no comieron cuento del reporte y se quedaron en sus casas, mientras que los más optimistas nos reunimos con los primeros en Siberia, donde la impaciencia había despedido por adelantado a Héctor y Edgar.
Al fin de cuentas, hacia las 8:30 de la mañana y con un tiempo seco aunque no soleado, dimos por lanzada oficialmente la Etapa Ocho del calendario Apertura. A pesar del retraso el grupo restante se tomó suave los primeros kilómetros y al paso de la Arenera, Parrita, Mauricio y Miguel Angel; tomaron la delantera y se fueron distanciando de los demás. Llegado el primer punto de fuga en el cruce al Rosal, solo 11 compañeros pasamos en ley por debajo del puente en disputa del puerto de cuarta categoría. Como siempre, los tigres y tigrillos afinaron el paso para llevarse el podio con Jeferson, Leonardo y Lucho. En el cuarto puesto entró Luigi seguido por Javier, Ruffo, Vega, Sergio, Fabio y Peter, que me ganó en la última curva la posibilidad irrepetible de llegar ese día entre los diez primeros, así fuera a costa de los sancionados.
Nos lanzamos por la otra vertiente sin pérdida de tiempo rumbo a la segunda entrada de San Francisco, donde ya nos esperaba el resto del pelotón en pleno refrigerio. Únicamente faltaba Peter, quien decidió solo bajar hasta el sector de Las Hamacas y ahorrarse esos primeros siete kilómetros agotadores del inicio del puerto. Una arepa boyacense con Pony Malta, fue para algunos el restaurador perfecto de las fuerzas gastadas hasta el momento, más no queríamos tampoco subir con un caldo en el estómago, máxime cuando nos esperaban más de 21 km de despiadado ascenso. Entre menor peso lleváramos a cuestas más llevadera sería la tarea.
El reloj iba a marcar las 10 a.m., los de las categorías inferiores esperábamos subir en no más de dos horas al Alto del Vino. En vista de que ya era tarde, convinimos en que una vez coronado el puerto de primera categoría, el grupo arrancaría desde el cruce del Rosal a las 12:15 del mediodía. El tiempo estaba contado y no había que perder más. Los primeros en salir fuimos el Tocayo, Héctor, Edgar, Fabio, Sergio, Carlitos y yo. Nos enchoclamos en las flacas con mucha pericia dado la inclinación que ya presentaba la carretera en este sector. Las alianzas de irnos juntos a paso moderado no duraron mucho y en el segundo kilómetro, Héctor seguido por Fabio, se perdían en las primeras curvas; mientras que en el kilómetro tres perdí la rueda de Edgar, el Tocayo y Sergio; quedando únicamente en compañía del fiel Carlitos.
Los de la C, salieron siete minutos después: Mauricio, Parrita, Ruffo y Miguel Angel. Este último fue el primero que vimos pasar, iba en solitario y con paso fuerte. Unos metros atrás lo seguía Mauricio, aunque más moderado, se le veía mejor cadencia y estado físico. Por su parte Carlos Vega fue el primer tigrillo de la B en aparecer, iba fresco, completo, con paso decidido. Un minuto después pasaría Ruffo, se le veía cansado pero firme en el pedaleo. Más atrás Parrita, con buena cadencia también aunque un poco más retrasado, nos alcanzó justo cuando a la par lo hacía el tigre Jeferson, quien devoraba los kilómetros sin contemplación. Detrás él venía el resto de tigrillos de cacería en manada: Javier, Luigi y Lucho. Aunque un poco más quedado, Rubén pasó unos minutos después y cerrando el lote Leonardo, subía a paso moderado pero dosificado, pues hasta ahora íbamos en el kilómetro ocho y todavía quedaba mucho terreno hacia arriba.
En el kilómetro nueve volvimos a divisar a Fabio. Se le veía bastante cansado y con un pedaleo muy pesado; en el argot ciclístico diríamos que iba “atravesado”. Alcanzarlo no fue difícil y al pasarlo en compañía de Carlitos le dimos voces de aliento, la respuesta fue algo ininteligible, las fuerzas ya no lo acompañaban ni siquiera para contestar. Llegamos al Chuscal y aprovechamos el breve descanso para estirar la espalda y las piernas. Un kilómetro después otra vez estábamos sufriendo sobre nuestras bicis. Carlitos, con más arrestos, se me fue yendo de a pocos, no tuve con qué sostenerle el paso. Unos metros después recibí una llamada telefónica, era Fabio, había claudicado. –“No me esperen, voy a tomar un autobús”. Nada que hacer, otra víctima de este terrible ascenso y de la infidelidad a la flaca, es que Fabio llevaba más de seis salidas sin salir con el grupo. Como pude llegué a La Quebrada con la caramañola ya desocupada. Gracias a Dios tenía un Powerade de reserva. En condiciones normales lo hubiera reenvasado sobre la marcha, pero los brazos estaban un poco entumidos para esta maniobra y preferí bajarme en este sector para un “stop and go” y reanudar la marcha en menos de un minuto. Todavía quedaban cinco kilómetros para la cima.
Miré el reloj, las once y treinta. Estaba apenas para alcanzar a colgarme del expreso de vuelta. Llegaron las dos temibles herraduras del arranque que siempre lo reciben a uno con un viento de los mil demonios. Las condiciones no habían cambiado y el libreto se repetía. Parado en los pedales superé la última de éstas a un ritmo miserable de 7 km/h. Me volví a sentar y recuperé algo de velocidad. Ahora era cuestión de aguante. Siempre con la hora en mente, fue descontando los metros de escalada que me separaban de mis compañeros, faltaban 10 para las once cuando vi la valla que anuncia: El Rosal 5 – Bogotá 27. Me fui acercando lentamente, a lo lejos un ciclista se veía a un lado de la carretera. A medida que me acercaba lo fui identificando, era Rubencho, creí que estaba varado. A falta de 15 metros le pregunté si estaba bien, me contestó con una sonrisa y agregó: “Hágale y me lleva detrás a rueda”. Seguí de largo con la esperanza de servirle de gregario a mi desvalido amigo. Unos instantes después la melodía empezó a envolver el ambiente, pero había algo que no cuadraba, cuando esperaba escuchar el duelo irascible de guitarras y tambores de una canción de rock, me sorprendí al oír claramente: “radiorecuerdos me gusta más”. - ¡Rubén se enloqueció!, fué lo primero que se me vino a la cabeza al tiempo que detrás de una cerca aparecía un campesino con un radio de pilas en la mano y me despejaba las dudas.
Entré en la penúltima curva y comprobé que Rubencho se había quedado definitivamente. El cielo no aguantó más y dejó caer las primeras gotas de un aguacero anunciado. Como iba con el celular en el bolsillo trasero, no tuve más remedio que parar y ponerme la chaqueta en otro “stop and go”. Retomé los últimos metros del ascenso y en menos de dos minutos estaba coronando el Alto del Vino sobre la bicicleta, eran las 11:57. Carlitos ya apuraba un trago de líquido en las casetas y yo me disponía a hacer lo mismo. Esperamos a Rubén, quien llegó al momento. De inmediato llamé a Javier al campamento base para pedir una tregua de cinco minutos más mientras bajábamos. El alargue fue concedido. A las 12:15 iniciamos el descenso pero el asfalto estaba mojado y era mejor hacerlo con mucha precaución. Me vi cortado de mis compañeros por culpa de un camión que me mantuvo frenado hasta el cruce y cuando llegué el tren ya había zarpado. El piso estaba seco de nuevo y aproveché el leve descenso para darle con todo el desarrollo posible y finalmente los alcancé en el sector de Vagones. El tiquete que ya tenía comprado no se perdería, el puesto estaba desocupado, otra vez estaba a bordo del expreso BSR.
El Puertazo del Vino lo ganó Jeferson seguido por Leonardo. A Mauricio le alcanzó la ventaja para llegar de tercero. Carlos Vega fue el primero de los tigrillos en el cuarto puesto, seguido por Héctor, otro de los beneficiados por salir adelante y Ruffo que aguantó su primer gran puerto con valentía. Javier llegó en el puesto séptimo por encima de Edgar y Lucho, su eterno rival. Parrita pudo recuperar la casilla con Miguel Angel que desfalleció al final. El Tocayo llegó de doce por delante de Luigi, que se sacudió de la sal que le traía esta subida. Sergio se anotó un buen ascenso y llegó de catorce seguido por Carlitos, este cronista y el viejo Rubencho.
Con las piernas extenuadas por el esfuerzo agotador y sin la presencia de Mauricio y Parrita, quienes ya iban colgados de tiempo y se habían adelantado al regreso, llegamos al último punto de fuga para disputar el sprint final. La desbandada fue general y cada uno gastó sus restos como pudo. Jeferson volvió a anotarse de primero, barriendo con todos los premios del día pero esta vez secundado por el sorprendente Sergio, quien se está volviendo un especialista en estos remates. Leonardo completó el podio seguido por Vega, Miguel Angel, Luigi, Lucho, Rubén, Javier, Héctor y Edgar. Cerrando en la posición doce llegó Carlitos, Peter, Ruffo, el Tocayo y quien les narró esta sublime jornada.
Como se dieron cuenta, le hicimos el quite a la lluvia y sacamos a flote una etapa que se veía embolatada. Esperemos que San Pedro nos siga colaborando con el clima en este Clásico BSR. Nos vemos la próxima.
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