CRONICA GUAYABAL DE SIQUIMA

Calambres Indoloros y Gastritis Relámpago
 (por Fernando Ahumada)


Esperamos diez minutos después de la hora de partida en el punto de encuentro a dos nuevos integrantes que se unirían el pasado 8 de marzo de 2015 a la séptima salida de Bogotá Sobre Ruedas, algo que normalmente no hacemos, pero que fue la excepción dado que los refuerzos no conocían la ruta a seguir. El tiempo no les alcanzó para llegar y nosotros teníamos que partir pues nos aguardaba un largo trecho por recorrer.
El día había amanecido nublado pero el horizonte al que nos dirigíamos prometía sol en cantidad. Poco a poco fuimos ganando la velocidad crucero, dejando atrás Mosquera, Madrid y Facatativá. El grupo compacto todavía, arremetió las primeras pequeñas rampas de la jornada al acercarnos al Alto de la Tribuna. - ¿Todavía falta mucho para empezar el ascenso?- me preguntó Mauricio cuando liderábamos el lote. – Falta bajarlo – le contesté acertadamente, mientras escuchaba a David que se reía detrás de nosotros.
Al llegar al techo de la etapa por su lado fácil, la gran mayoría de compañeros empezaron a descolgarse hacia la población de Guayabal de Síquima para apurar algo de comida antes de la largada. Jorge y Edwin harían el descenso solo hasta Albán y Gabriel lastimosamente tuvo que devolverse en este punto a raíz de una llamada de emergencia, nada que lamentar gracias a Dios.  José se estacionó aquí a esperar otro rato a los novatos retrasados, mientras que yo serviría de guía en la bajada a algunos compañeros que no conocían el trayecto a seguir.
Luego de 20 kilómetros de descenso ininterrumpido, aterrizamos en la contrameta donde el resto del BSR estiraba los músculos entumecidos por la inactividad de la descolgada. Algunos aprovechamos la espera para recargar baterías con arepa y Pony Malta, mientras que otros desayunaron como Dios manda. Miguel Angel nos presentó a sus sobrinos que hoy nos acompañarían, el uno en moto y el otro, Carlos Javier, en bicicleta. Este último vistiendo una prenda del Club Monserrate, prometía ser un tigre en potencia. Por fin apareció José con los novatos. Se trataba de Carlos Vegas y Camilo Osuna; dos jóvenes recién reclutados por el mundo del ciclismo, que arriesgaron a hacer todo el puerto pese a que su experiencia no superaba el Alto de Patios. – Estos son como tres patios, pero como los de la casa vieja de mi tía – les dijo Parrita como comparación de lo que nos esperaba en contados minutos.
Nos dirigimos hacia el punto de fuga, un puente a la salida del pueblo. Mientras tomaba una foto, Alex Solano arrancó sin respetar las reglas de BSR, confirmando que poco o nada de voluntad y compromiso lo unen con el grupo y dejando de paso mal parado al compañero Pinto que fue quien lo invitó a salir. Finalmente partimos Sergio, los novatos Carlos y Camilo, el señor Pinto y yo. Las rampas fuertes del comienzo hicieron que el ritmo suave se impusiera durante el primer kilómetro. En el siguiente tramo la situación empezó a cambiar. Pinto y Sergio se fueron distanciando mientras que Vega y Osuna, me sobrepasaban para no perder la rueda. En el kilómetro 2, este cronista ya iba rezagado. Cinco minutos después de nosotros salieron los de la C: Mauricio, Parrita, Miguel Angel, Elkin, Ruffo y Paolo. Con la misma ventaja lo hicieron los tigrillos de la B: Luigi, Javier, David, José, Giovanny y Rubén. Por último salieron los tigres: Leonardo, Sander y Carlos Javier. Como hormigas en un montículo, el puerto estaba literalmente invadido por Bogotá Sobre Ruedas.
El primero que me alcanzó fue Miguel Angel, iba como una bala y llevaba a pocos metros a Elkin aguantando su rueda. Un poco después sentí la voz de Mauricio que anunciaba: –Aquí vamos los de la C”- Efectivamente era Mao acompañado por Parrita y Ruffo, aunque este último empezó a flaquear en las rampas que empezaron a levantarse y que anunciaban que estábamos cerca de llegar al cruce de la carretera principal, nada extraño teniendo en cuenta que era el primer gran puerto del viejo Ruffo. El siguiente en pasar fue Her David, quien ya aventajaba unos metros a Luigi y José. En una curva de herradura que se aproximaba, pude divisar como estos tigrillos daban alcance a Ruffo y se lanzaban sobre Parra y Mao, sus próximas víctimas, además de David que tuvo un inconveniente mecánico y debió bajarse de su bicicleta un momento.
Estábamos muy seguramente en el punto de confluencia de las ventajas; pues no mucho después los tigres Sander y Leonardo pasaron codo a codo a muy buen paso, sin afán pero devorando los kilómetros a sus pies.  Después de ellos el turno le correspondió a Javier y Giovanny, quien al pasar por mi lado repentinamente soltó la rueda de Javier y quedó casi que sin combustible de ipso facto. Al volverlo a alcanzar le indagué por su reacción, a lo que me contestó que le dolía el estómago. ¡Vaya dolor tan raro e inesperado!  En este punto voy a hacer un paréntesis, pues últimamente nuestros compañeros se han adueñado de dolores que súbitamente los aquejan y los hacen perder posiciones con sus competidores. El más frecuente de ellos es el famoso calambre, no voy a decir nombres para no herir susceptibilidades, pero más de uno de mis colegas los sufre justo cuando yo u otro pedalista se está acercando o los ha sobrepasado. ¿Será una forma de justificar su mal rendimiento y de paso demeritar nuestros esfuerzos?  Es posible. La respuesta cobra mayor credibilidad si miramos el significado en cualquier diccionario y nos damos cuenta que el famoso “calambre” está acompañado de contracciones muy dolorosas que harían desfallecer a cualquiera. Y es precisamente lo raro de esto, pues al pasar por el lado de ellos, los síntomas que aquejan a nuestros compañeros es un agotamiento terrible combinado con falta de aliento que casi no los deja hablar. ¿Dolor? Si, de pronto, pero en el alma. Son muy pocos los colegas que realmente he visto encalambrados en nuestras salidas, y créanme que es algo que uno no le desea  a nadie, ni a su peor competidor. Ahora bien, ¿Dolor de estómago súbito y casi instantáneo? No creo mucho, es que hasta un cólico avisa con tiempo.
Estando en urgencias con Giovanny nos alcanzó Paolo, venía fresco y con paso suave. A él también le pregunté por qué venía tan retrasado respecto de sus compañeros de categoría. Me contestó que había recibido una llamada y se había rezagado de ellos. Esa respuesta estuvo mejor y no pone en duda la dignidad del ciclista. Me gustaría implementarla para justificar mi pérdida de ruedas, pero no he podido hallar la forma de que me llamen en el momento justo en que estoy por botar la toalla. Antecedentes si tengo, de hecho hace un par de años recibía con frecuencia la llamada de nuestro compañero Edwin Huérfano que casi siempre me marcaba cuando yo estaba en plena subida. Como podía sacaba el teléfono y lo despachaba lo más rápido posible, pues cantar y silbar al tiempo no es lo mío, todavía no tengo esas habilidades.
Antes de llegar al cruce Giovanny y Paolo se fueron de mi vista, mientras que yo volvía a dar alcance a Osuna que a estas alturas ya parecía estar agotando el tanque de reserva cuando todavía quedaban 12 km. de ascenso. Lo pase sin mucho trabajo y le aconsejé que siguiera a paso moderado, sin afanes. Doble a la derecha y me encontré en la carretera principal que me llevaría a la cima. Aunque el trabajo anterior había sido extenuante y el sol nos daba a pleno, me sentía muy bien con respecto a ocasiones pasadas. La cadencia mejoró notablemente y en el horizonte lejano volvía a ver Sergio, un buen aliciente para llenarse de optimismo.
En la punta de carrera Leonardo ya había soltado a Sander y ambos subían en solitario. Luigi por su parte dejaba a José, mientras que Javier se les acercaba sin piedad. Elkin también se sostenía adelante y Mauricio amenazaba a los tigrillos. Miguel Angel cedía terreno con todos los anteriores y con Parra; Giovanny se había recuperado de sus dolencias dejando a Paolo en llamada en espera.
Seguí a mi ritmo y llegué a la población de Albán donde todavía quedaba por superar algunas rampas de consideración. En algún pasaje de esta serpenteante vía, pude divisar unos pisos abajo a Osuna que aunque con paso cansino, luchaba con el orgullo del ciclista que se niega a ser vencido por la montaña. Arribé al sector de derrumbe a sabiendas de que ya había pasado lo difícil, de aquí en adelante era cuestión de trámite y lógicamente de aguante, apuré un trago de líquido y me sorprendí al notar que la caramañola estaba a menos de un cuarto de su capacidad. Las tractomulas subían pesadamente por el lado de nosotros y de cuando en cuando la música que llevaban por dentro las anunciaba antes que a ellas mismas. Fue así como un sonido de rock duro me puso sobreaviso de la inminencia de uno de estos vehículos, sin embargo, al mirar de reojo, noté que no había tal acercamiento en el término de la distancia. La música ganó en intensidad y pronto tuve la respuesta a mi lado. Era el viejo Rubén que subía a su “ritmo” sin complicaciones. Pasó relativamente rápido al compás de Metallica, no pude distinguir la canción, el viento se llevó las notas con todo y ciclista.
Solo Osuna me salvaba de la retaguardia y había que conservar esa plaza a como diera lugar y para eso una luz se ofrecía en el horizonte. En una recta considerable pude divisar a Sergio de nuevo, esta vez estaba más cerca. La distancia se fue acortando hasta llegar a unos cien metros, sin embargo un camión estacionado a la vía coincidió con otro que subía y me vi en la disyuntiva de adelantarlo al mismo tiempo y arriesgarme a quedar “ensanduchado” o parar hasta que pasara el otro y seguir sin preocupaciones. Lógicamente escogí la opción dos y tuve que parar algunos segundos. Volvía a montar la negra y en la maniobra de reinicio unos metros adelante se me cayeron las gafas. Ni modo, a devolverse. Me subí por segunda vez y retomé el ascenso, pero el viejo Sergio ya iba más lejos. Tomé otro sorbo de líquido al mismo tiempo que pasaba por una tienda, tal vez mi última oportunidad. Lo pensé dos veces antes de bajarme pero finalmente me decidí y me bajé por tercera vez. Compré una botella de líquido y llené la desabastecida caramañola. La operación no tomó más de dos minutos y al cabo de ese tiempo ya estaba montado otra vez en la flaca.
En la cima de la Tribuna Leonardo se quedó con el primer lugar sacándole un par de minutos a Sander. Al novato Vega le alcanzó la ventaja para completar el podio y hacer un buen debut con el grupo que le sirvió para ubicarlo en la categoría tigrillo. La estrategia conservadora de Javier le sirvió para llegar en la cuarta posición. Pese a la avería técnica David quedó quinto. Luigi se quedó con el sexto puesto y Mauricio se recuperó en el final desplazando a José al octavo. Elkin se anotó una buena escalada y llegó de noveno, escoltado por Parrita y Miguel Angel. Con todo y gastritis Giovanny le arrebató el puesto a Ruffo, pero éste se mantuvo por encima del fantasma celular. Los acordes de Metallica elevaron a Ruben a la casilla quince, sobrepasando a Pinto y compañía.
A menos de cinco kilómetros al premio de montaña, la imagen de Sergio me volvió a dar el empujón que necesitaba. Implementé la operación “a que te cojo ratón” tomando puntos de referencia y midiendo los progresos como en ocasiones pasadas. Primer punto: 450 metros.  Segundo punto: 400. La carretera se puso demasiado serpenteante, pero por fin pude medirlo de nuevo: 300 metros. La historia se repetía y en medio de mis más optimistas deseos, esperaba que el desenlace también fuera satisfactorio. La situación sin embargo cambió cuando mi presa se percató de mi presencia. Al reducirse la distancia a escasos cincuenta metros, las miradas furtivas de Sergio que se repetían a cada curva, pusieron fin a los recortes de terreno. El puerto estaba jugado. Llegamos al último kilómetro y quemé mis últimos cartuchos, la respuesta no se hizo esperar adelante y unos minutos más tarde el ratón se comía el queso. Traté de encontrar una disculpa a mi fracasada cacería: tal vez si me hubiera entrado una llamada en ese momento, tal vez si me hubiera quejado de calambres o dolor de estómago, tal vez si se hubiera soltado una arandela de la cala de una zapatilla. No, eso no estaba bien. Lo más sano era ser sincero con el competidor y mucho mejor con uno mismo. Perdí porque no tenía con qué darle más… ¿Y qué hay de malo en eso?
A Osuna hubo que esperarlo otro buen rato. Le pedimos el favor al sobrino de Miguel Angel que bajara en la moto a indagar por su suerte. No fue nada grave, simplemente pagó la novatada. Eso sí, llegó montado sobre su bicicleta, la montaña no lo venció, él ganó el duelo y su orgullo de ciclista quedó fortalecido.
Arrancamos tan pronto Osuna se rehidrató y comió algo. El regreso fue suave y aparte de un corte que se produjo en Faca por un semáforo, el grupo se mantuvo unido a un paso moderado. Al pasar por el cruce a Bojacá, Javier y Sander nos pusieron al tanto de la situación de carrera: faltaba José y los novatos. Redujimos la velocidad para facilitarles la reconexión pero llegamos al peaje y no aparecían. Tampoco había llamadas pérdidas avisando de alguna eventualidad. Sin más información y con el punto de fuga a la vista, el aguante de los velocistas no dio más espera y al llegar a la variante de Madrid estalló la adrenalina represada. Hasta ahí los pude ver. Me estacione en ese punto y esperé a José. Llegó al cabo de unos cinco minutos. Venía “contando los pedalazos”, mezcla de rabia y de impotencia. Por esperar a los novatos, que venían mucho más lento, había sacrificado sus puntos en el remate. Nada que hacer, en este momento los sprinters debían estar lanzados hacia la glorieta de Mosquera.
El desenlace fue muy rápido, tanto que no les puedo dar mucho detalle de la llegada. Sander se quedó con el primer lugar seguido por Carlos Javier. Giovanny perdió dos casillas en los últimos metros por parte de Leonardo y Sergio, que se perfila como uno de los nuevos tigres en esta especialidad. Enseguida entraron Luigi, Miguel Angel, David y Parrita que justificó su posición al ser el lanzador de Sergio. Luego llegó Paolo por delante de Javier, Rubén, Mauricio, Ruffo y Elkin.
Como dato final y ante la ausencia de Cristian, Luigi se volvió a vestir de líder de la General y Leonardo conservó la Montaña. Es todo compañeros, nos vemos la próxima y sin disculpas por favor.

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