Eso dicen, ¿quién sabe?
(por Fernando Ahumada)
Me vine a encontrar con Lucho unos veinte minutos antes de las ocho de la mañana del pasado primero de marzo. Lucía fresco y listo para embarcarse en el tren que tenía previsto pasar en unos diez minutos a más tardar, pero al verse solo temió que la locomotora ya hubiera tomado rumbo. Le dije que perdiera cuidado, que aunque la autopista norte se viera colmada de trenes de diferentes tamaños y colores, el que nos correspondía no nos dejaría botados pues ya teníamos los tiquetes comprados. El reloj marcó las ocho y ahora sí la preocupación se hizo evidente, los temores de Lucho empezaron a cobrar valor. Miré el celular por si había alguna llamada perdida o mensaje que indicara del retardo en el arribo, pero la pantalla del aparato aparecía sin actividad reciente. Miré al cielo, que aunque nublado, no amenazaba de lluvia y luego desvié la mirada hacia el sur. A lo lejos, pasando bajo el puente de la calle 170, un nutrido grupo de ciclistas vestidos de verde y azul se acercaba a paso moderado. Puse sobre aviso a Lucho y montamos nuestras flacas, estábamos a punto de abordar el expreso Bogotá Sobre Ruedas.
36 ruedas salieron de la capital aquella mañana para disputar la Quinta Etapa del Clásico BSR, rodando con precaución por una Autopista Norte con pavimento en estado bastante irregular y con baches aislados que serían la constante hasta el límite norte de la ciudad a la altura del peaje de los Andes, donde gracias a la empresa privada, el asfalto se convierte en un tapete digno de los impuestos que pagamos a diario. En este punto una camiseta roja del BMC es el último pasajero en subirse. Se trata de Ruffo Pinilla, un nuevo integrante que se une al grupo, quien hoy hace su estreno jugando de local. Pedalista de ruta reciente pero deportista consagrado de toda su vida, ha practicado entre otras disciplinas: esgrima, wind surf, mountain bike y karate. Solo esperamos que con Ruffo el duelo se dé montados en la bicicleta y nunca llegar al florete o en el peor de los casos las patadas voladoras.
Pasamos el Castillo Marroquín y llegamos al primer punto de fuga, donde hicimos una pequeña parada técnica para quitarnos los impermeables, pues el sol ya empezaba a asomar y la loma que se venía no iba a darnos tregua para estos menesteres. Después de la foto para los medios se dio la largada sin ventajas.
El grupo se lanzó contra la montaña sintiendo de inmediato el impacto de la primera rampa al 14% del inicio. Algunos debieron tomar impulso para poder “enchoclarse” en sus bicis y no quedarse en el intento. Como siempre, los felinos picaron en punta y empezaron a alejarse en la medida de sus capacidades aunque a ritmo más lento dadas las circunstancias de escalada. En la retaguardia los menos avezados nos veíamos a gatas para no sucumbir en los primeros kilómetros, el puerto apenas comenzaba y las piernas ya suplicaban clemencia.
El grupo se lanzó contra la montaña sintiendo de inmediato el impacto de la primera rampa al 14% del inicio. Algunos debieron tomar impulso para poder “enchoclarse” en sus bicis y no quedarse en el intento. Como siempre, los felinos picaron en punta y empezaron a alejarse en la medida de sus capacidades aunque a ritmo más lento dadas las circunstancias de escalada. En la retaguardia los menos avezados nos veíamos a gatas para no sucumbir en los primeros kilómetros, el puerto apenas comenzaba y las piernas ya suplicaban clemencia.
Adelante Sander, David, Luigi, Cristian y Leonardo comandaban las acciones. El grupo tigrillo los seguía a pocos metros intercambiando posiciones cada vez que se endurecía o ablandaba la pendiente. Por mi parte, solo Gabriel y Peter me seguían los pasos de lejos, mientras que Sergio me marcaba la pauta a escasos 30 metros. Los de la C, Mauricio, Paolo y Julián; vivían su propio duelo en las curvas cercanas pero no parecía que incrementaran la ventaja con respecto a nosotros. Con la misma táctica de la etapa pasada, intercalando pedaleo sentado en las rectas y parado en los tramos más duros y las curvas, logré alcanzar a Sergio justo antes del primer descanso. Al pasar le advertí que tomara el siguiente repecho con mucha calma para tomar aire y estirar los músculos. El joven ciclista hizo caso omiso y aprovechó el relajo para meter cuánto cambio le pidieron las piernas, volviendo a incrementar la distancia entre los dos en más de cincuenta metros. A la siguiente curva a la izquierda, otra vez nos recibía la montaña con un repecho del 10%, que luego se volvería 11, 12 y hasta 15.
En la tete de la course la meta estaba a menos de tres kilómetros, cuando el tigre Leo era sobrepasado por Lucho momentáneamente, pero su ego herido lo hizo recuperarse y rápidamente fue ganando posiciones aprovechando el cansancio de sus colegas. El primero en caer fue Cristian, quien había arrancado con el motor a todo dar, pero el desconocimiento de la cuesta le cobró duro su osadía. Luigi y David también fueron dejados atrás por las garras afiladas del felino que se adaptaban muy bien a lo empinado del terreno. Al frente sin embargo continuaba Sander, presa dura de roer, que no vendería tan fácil su cuero (eso dijo, quién sabe) y que le llevó más de un kilómetro en poder tenerlo en la mira. El ataque se vino a dar a escasos 500 metros de la cima, y con más arrestos que su adversario, finalmente Leo se quedó con el Premio de Montaña de Primera Categoría, seguido por el orden inverso de la cacería, es decir Sander, David, Luigi y Lucho. Giovanny llegó en el sexto lugar escoltado por Javier, José y Mauricio. Cristián se desplomó hasta la casilla 10, seguidos por Rubén, Parrita y Ruffo.
Para los de atrás el sufrimiento no había acabado. Me tomó casi dos kilómetros en volver a conectar a Sergio. Las fuerzas me alcanzaron para ir aumentando mínimamente la ventaja y recortar terreno a Paolo y Julián que se distinguían a unos 150 metros. Este último puso pie a tierra con motivo de calambres (eso dijo, quién sabe) y volvió a subirse a su bici ante la inminencia de la cacería. A pesar del esfuerzo de unos y otros por ganar y no perder casillas, el orden de la etapa no sufrió mayores cambios y solo un pequeño susto, propiciado por mis compañeros en la cima, me obligó a sacar un remate de fuerzas de donde no las tenía ante lo que creía yo, era un hachazo de última hora de Sergio, pero que solo resultó ser una falsa alarma. Gabriel sería el último en coronar en el puesto 18 y Peter prefirió sabiamente evitar la fatiga y esperarnos nuevamente en el punto de fuga para el siguiente bocadillo del día.
Cumplido el puerto, Parrita nos abandonó por compromisos laborales adquiridos (eso dijo, quién sabe). El resto del grupo la emprendimos por la Autopista Norte en contra de un fuerte viento que nos azotaba sin piedad. Doblamos por Hato Grande y salimos a la variante en Cajicá, donde el censo arrojó un hombre menos. Mauricio se había quedado rezagado por tener problemas con una rueda frenada (eso dijo, quién sabe) y tuvimos que guiarlo vía telefónica para que llegara al punto donde estábamos esperándolo y brindarle la sabía asistencia técnica por parte de Sander. Mientras esperábamos el desvare, Sergio se me acercó y me mostró sus calas. Le faltaba una arandela con su respectivo tornillo -según él- la causa de que yo le hubiera ganado el puerto de Yerbabuena (Eso dijo, quien sabe). Volvimos a arrancar con un paso fuerte en aras de recuperar el tiempo perdido. La táctica dio resultado y pronto nos vimos en la avenida que da la entrada a Zipaquirá. Antes del segundo punto de fuga, el censo volvió a arrojar error, esta vez nos sobraba un pedalista. Un ciclista desconocido de camiseta oscura, estaba metido en medio del lote. Nada fuera de lo normal.
Doblamos a izquierda y otra vez se encendieron los motores de los felinos. La embestida esta vez fue más fulminante. Después de coronar el repecho de iniciación, los carnívoros ya habían desaparecido en la distancia. La moto 3 reportaba a Peter, Gabriel, Sergio, el desconocido y yo. Pedaleamos juntos un buen trecho, tal vez la mitad de los 4.5 km que nos separaban de la cima. A partir de ahí, Peter apretó el paso y Sergio tomó su rueda. Yo los seguía un poco más de lejos con el colega al lado y Gabriel detrás. La situación se fue disipando a medida que avanzábamos. Gabriel fue el primero en soltar la rueda y el colega también se quedó unos metros más adelante. Julián se divisaba a unos 200 metros, Peter y Sergio a unos 100. El ascenso era constante y exigía un pedaleo insistente. Ahora mis compañeros daban cacería a Julián y pasaban de largo. Las primeras casas de la vereda empezaron a aparecer a la vera del camino, señal inequívoca de que la cima estaba cerca. Mi presa estaba ya a pocos metros cuando volvió a bajarse de la bicicleta. Hice el sobrepaso sin problemas y le indagué por su estado: - Calambres- fue su respuesta (Eso dijo, quién sabe). Restaban menos de un kilómetro para Patiguapos.
Les quedo debiendo las imágenes de la moto 1 y 2, el satélite no las envió. Lo que si les puedo contar es que el duelo de tigres por el premio de montaña de cuarta categoría se lo llevó esta vez Sander. Leonardo y David completaron el podio. En el cuarto puesto llegó Cristian y detrás de él en su orden: Giovanny, Javier, José, Lucho, Luigi, Mauricio, Ruffo, Paolo, Rubén, Sergio, Peter, yo, Gabriel y Julián. En el refrigerio pudimos hablar con el desconocido, se trata de Javier Mosquera, un colega del Huila que recién está instalado en Bogotá y no conoce muchas rutas (Eso dijo, quién sabe), razón por la cual se coló al Expreso BSR sin boleto. No importa, aquí somos muy abiertos y nos compadecemos de los ciclistas desvalidos, igual, la mayoría rodábamos en solitario antes de conocernos. Bienvenido sea y ojalá se anime para que haga parte de nuestras salidas.
A la mitad del descenso de regreso la bicicleta de Rubén acusó los mismos síntomas que la de Mauricio, la cuestión ya era para asustarse, podría ser una epidemia. Por si las moscas, puse a la negra alejada del foco de las “ruedas frenadas” mientras duró la corta reanimación de la compañera de Rubencho. Arrancamos y nos reagrupamos con los compañeros que iban adelante y que no se percataron del impase.
Ellos también asistían de nuevo la bici de Mauricio que al parecer había tenido una recaída y a la de Gabriel que se quedó sin aire, no necesariamente producto del susto, sino por negligencia del piloto, quien alegó que el día anterior había enviado al hijo con quinientos pesos para que le inflaran las ruedas, pero el muchacho se hizo el loco y se quedó con la jugosa suma (eso dijo, quien sabe).
Ellos también asistían de nuevo la bici de Mauricio que al parecer había tenido una recaída y a la de Gabriel que se quedó sin aire, no necesariamente producto del susto, sino por negligencia del piloto, quien alegó que el día anterior había enviado al hijo con quinientos pesos para que le inflaran las ruedas, pero el muchacho se hizo el loco y se quedó con la jugosa suma (eso dijo, quien sabe).
Cinco minutos después estaba el grupo completo reanudando la etapa para cumplir con el último tercio del recorrido, ahora en terreno llano gracias a Dios. Antes de arrancar había propuesto que no usáramos el punto de fuga como plataforma de lanzamiento, sino que a partir de ahí el lote fuera ganando en velocidad paulatinamente para que todos quedáramos enganchados en el tren. La objeción tuvo muy buenos comentarios, especialmente de los pasistas y embaladores, directos implicados en el asunto. Me puse al frente del grupo y al llegar al tercer y último punto de fuga, empecé a desarrollar el plan previsto, aumentando las revoluciones de carrera en la medida que el terreno lo permitía. Los muchachos se mantuvieron a la raya e incluso alcancé a escuchar a Leo llamando al orden a sus felinos. Lo cierto es que no menos de un kilómetro después del dichoso punto, Sander no se aguantó las ganas y saltó por izquierda en veloz escapada, arrastrando consigo a cuanto BSruedista le pudo aguantar el paso.
Al último que alcancé a ver fue a José, a cuya rueda traté de pegarme infructuosamente, la carrera estaba lanzada y los tigres y tigrillos iban por los puntos en disputa. No obstante no bajé la guardia y seguí al paso que llevaba de unos 40 km/h, en compañía de Paolo, Mauricio y Julián. Lastimosamente Peter y Gabriel perdieron la rueda y se quedaron en la retaguardia sin hacer el gasto, mientras que Javier (el nuevo) se fue en busca de los adelantados. Traté de organizar unos relevos con mis compañeros de “flota” pero no hubo mucha respuesta de ellos y cada uno jalaba por su lado sin ton ni son en tramos indiscriminados de la carretera mirando quien se reventaba primero. Producto de esto, Julián fue el primero en soltarse del cuarteto, mientras que miguelito aguantó un poco más pero no pudo con el fuerte paso impuesto por el fantasma y compañía, por lo que me tocó conformarme con seguirlos de vista, haciendo ocasionales acercamientos que nunca lograron el objetivo de reconectar a mis compañeros. A pesar de mi lucha en solitario, puedo asegurarles que sostuve un paso constante (eso digo, quién sabe), que si bien no me permitió alcanzar al dúo dinámico, me sirvió para sacarle un buen tiempo a Julián y compañía, como también para sobrepasar en los últimos kilómetros sobre la Autopista Norte a Rubén, que se movía ahora por la inercia, seguramente después del esfuerzo hecho para sostenerse en la vanguardia.
Los felinos se batieron a sus anchas por la variante de Cajicá y hasta pasaron un buen susto cuando un automóvil que transitaba unos metros por delante de ellos, empezó a zigzaguear por toda la calzada, producto del estallido de una de sus ruedas delanteras que afortunadamente fue controlado muy bien por el conductor, llevando el vehículo a salvo a un lado de la vía sin consecuencias que lamentar para el resto de personas que transitaban por el sitio. Es probable que la punta de carrera haya disminuido la velocidad en el momento del percance (eso dicen, quien sabe), lo cierto es que viendo asegurado de nuevo su campo de acción, conectaron con la Autopista Norte y se enfilaron directo hacia el sitio de meta.
En la raya de sentencia Sander Cavendish se impuso con solvencia sobre Cristian Sagan y Giovanny Greipel. En la cuarta posición entró Leonardo, seguido por Sergio que sigue siendo una de las caras nuevas en estos remates (¡y eso que le faltaba la arandela de la cala de la zapatilla!). Lucho entró de sexto, Javier de séptimo y José de octavo. Luego llegarían en su orden: Luigi, David, Ruffo, Paolo, Mauricio, este cronista, Rubén, Julián, Peter y Gabriel.
Eso es todo compañeros, como se pudieron dar cuenta la etapa estuvo bastante emocionante y aguerrida. Luigi perdió el liderato de la General y Javier el de la montaña. Ahora Cristian se viste de amarillo y Leonardo de pepas rojas. El Clásico está para alquilar balcón y cada uno tiene su disculpa para cubrir sus faltas (eso dicen, quien sabe).
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