CRÓNICA

Un Prólogo casi suicida
 (por Fernando Ahumada)

El cielo encapotado no fue impedimento alguno para que 23 de los 28 pedalistas que estábamos confirmados, hicieran parte de la primera salida oficial de Bogotá Sobre Ruedas, el pasado domingo 18 de enero. No obstante las bajas por diferentes motivos, el total del grupo solo se vino a dar hasta llegar a Bojacá, pues un buen porcentaje de los compañeros todavía no se habían acostumbrado a las madrugadas del domingo que desde hoy regresaban.

El primer llamado de alarma lo recibió Javier justo antes de partir del punto de encuentro, cuando Leonardo le informó un tanto despistado, que nos estaba esperando en Mosquera en compañía de su señor padre, Peter. De inmediato Javier lo puso al tanto de la situación recordándole que la salida era por la calle 80 y no por la 13. Ooops!  Nada que hacer, las diferencias estaban en contra para los Ramírez pues tenían que recorrer 11 kilómetros contra los 5 que nos separaban de Siberia. Ni modo, nos veríamos en el pueblo.

A las 7:42 de la mañana pasamos sobre el puente de Siberia a paso suave, tratando de ubicar a un nuevo compañero que hoy se adhería al grupo. Unos cien metros adelante lo pudimos identificar por las señas que nos había dado previamente y porque estaba al lado de Giovanny que se apresuraba a inyectarle un poco de aire a su burrita sabanera. Se trataba de Rafael Pérez, otro veterano de las bielas, quien después de una pausa larga por causa de un accidente bajando el Vino, se animó a volver a montarse en su bicicleta y de paso acompañarnos a engrosar esta familia ciclística.

El ritmo era moderado, una tregua no pactada se sentía en el ambiente y la velocidad fluctuó siempre por debajo de los 30 km/h.  En el sector de El Cerrito o Arenera que llaman, sitio donde se suelen mostrar los escaladores, el grupo se mantuvo compacto, nada de escaramuzas, relajación total, una sola camaradería. Pasamos la glorieta de Puente Piedra y nos dirigimos sin inconveniente alguno al cruce del Rosal. En este momento ya se habían incorporado algunos de los que llegaron tarde: Rubén, Paolo y Antonio.

Llegamos al puente y doblamos a la derecha para hacer el retorno y pasar por encima con rumbo a Facatativá. Un kilómetro y medio adelante recibí una llamada de Fabio, anunciándome que  acababa de pasar por el cruce del Rosal. Reducimos la velocidad y finalmente paramos en el sector conocido como el Resbalón, pero que yo insisto que se llama Córdoba, para bajar un poco de peso. Aquí llegaron otros compañeros que se habían rezagado antes por hacer lo mismo que nosotros pero sin invitar. Esperamos un par de minutos a Fabio, pero el único que pasó fue Andrés que venía un poco quedado por aquello del “Diciembre con alegría, mes de parrandas y animación”. Instantes después el turno fue para una vaca que iba en sentido contrario. Esta visión despertó el hambre de algunos y el grupo volvio a arrrancar. De Fabio ni rastros.

Arribamos a Faca y nos descolgamos por el Resbalón (este si es) que da la entrada al pueblo, para  volver a subirlo y doblar a la derecha y luego dos cuadras adelante a la izquierda. Salimos a la variante y tomamos la vía a Bogotá, pasamos por Cartagenita y más adelante tomamos el desvío a Bojacá. El grupo rodo compactó hasta la rampa de bienvenida, donde yo también me acordé de mi diciembre “En que se baila de noche y día y es solo juergas y diversión”, y fui sobrepasado sin misericordia por el resto de los compañeros. Entramos al pueblo y nos encontramos con los Ramírez, quienes nos estaban esperando hacía un buen rato. Acto seguido nos instalamos en el atrio de la iglesia a escuchar lo que quedaba de la misa de nueve y esperar la bendición de los vehículos, que me imagino también aplica para nuestras flacas. En pleno acto solemne apareció Fabio. Se perdió un poco por las calles de Faca, pero el olor lo trajo, quiero decir, el aroma del ciclismo puro.


“La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo… y podeis ir en paz”. Hora de la foto de rigor en el parque principal, al lado de la fuente, las llamas y los sombreros mexicanos. Un verdadero camello poder acomodar a 24 pedalistas, ¿dije 24?  Volvamos a contar: 1, 2, 3…. 23 y 24. Es cierto, se nos creció la familia, nos regalaron, es niño. Un colega bastante joven con camiseta del sky se acomodó para la foto. ¿Quién lo conoce?  Silencio total.

Nos dirigimos al respectivo refrigerio en el restaurante y consulado de BSR en Bojacá. Por favor mesa para 23. “Si señor, sigan, las bicicletas las pueden dejar al fondo”. Nos acomodamos como pudimos, otro camello. No existe mesa para 23. Lo hicimos en dos mesas distintas, parecía comedor comunitario. Espere cuento a ver si estamos completos: 1, 2, 3… 23 y 24.  Si señor, es niño. ¿Con quién vino? Pregunté de nuevo.  “Yo me lo encontré en Madrid” responde Leonardo. Ah bueno listo, ya sabemos, bienvenido sea. Se trata de Jonathan, el más joven del grupo hasta ahora: 17 años de edad. Un año y medio en las bielas. Papá y hermano ciclistas. Quedamos en arreglar su permiso para salir con el grupo (por ser menor de edad) en el transcurso de la semana.

Los meseros se quedaron cortos y el “embolate” fue largo, al final cada uno comió lo que le dieron, no necesariamente lo que pidió, pero al fin y al cabo desayunamos. Al cabo de una hora salimos y reiniciamos la etapa. Afuera del restaurante un último conteo para que no se nos quedara nadie: 1, 2, 3… 23 y 24. ¡Ahora si estamos completos! ...Es un barón.

Tomé la delantera con el hijo pródigo, perdón con Fabio, y nos pusimos al frente del grupo para amansar a los felinos. No hubo tal, completo relax. Nada de nervios. El lote andaba de paseo. Llegamos al cruce y retomamos la carretera a Bogotá. Subimos un poco las revoluciones y la gente empezó a responder. A lo lejos un caminante se acercaba por la berma cuando de pronto se atravesó en la mitad de la vía y arrojó su saco al suelo. Afortunadamente la gran mayoría tuvimos el tiempo de frenar y pasar por un lado, menos Gabriel, quien se enredó con el seudo suicida y acabó en el piso. La cosa no pasó a mayores y seguimos nuestro camino mientras el “loco” se las veía con el conductor de una tractomula que tenía trancada.

Acercándonos al peaje empezaron ahora sí las escaramuzas. Los tigres y tigrillos empezaron a ubicarse en la mejor posición para pasar. Una larga filia india represó a los impacientes ciclistas quienes viendo la inminencia del punto de fuga se apresuraban a perder la menor cantidad de terreno posible. Dicho y hecho, se rompió la tregua y empezó Cristo a padecer. José se ubicó al frente en un último intento de contener el grupo, pero su buena voluntad se quedó solo en eso. Por el costado izquierdo, de atrás hacia adelante, Giovanny ya había montado los fierros y se lanzaba disparado como una bala, pasando como Pedro por su casa ante la mirada de todos. El contraataque no se hizo esperar y uno a uno tigres, tigrillos, gatos y fieras de menor tamaño; se lanzaron en pos del insurrecto. La batalla no iba a ser sencilla y el desenlace todavía estaba a 10 kilómetros de distancia.

Atrás quedamos Peter y yo como espectadores de un evento del cual hasta hace poco hacíamos parte.  Tengo que confesarlo (y que me sirva de disculpa) las piernas no me daban más. Después de la última salida el pasado 14 de diciembre, solo había agarrado la negra para salir el primer domingo de enero de ciclovía y subida de Patios, y bueno, porque no decirlo, para darle su abrazo de Año Nuevo a escondidas de la familia. Así las cosas, el palo no estaba para cucharas, con mi fiel compañero de aventuras en las buenas y en las malas, decidimos entrar por Madrid para ahorrarnos un poco menos de 2 kilómetros de recorrido y las cansonas ráfagas de viento que azotan a los ciclistas por la variante.

El paso fue demoledor para los que se fueron de remate. La velocidad se disparó incluso por encima de los 50 km/h en los momentos cruciales. El helicóptero de la transmisión los perdió de vista y lastimosamente las imágenes se fueron con el. Al llegar a la meta ya estaban los otros 22 pedalistas, todavía jadeantes los últimos, después de semejante esfuerzo. El resultado de este prólogo es realmente para no creer:

Alvarito sorprendió a todos y se impuso sobre esta horda salvaje, seguido del campeón reinante Javier y de un impresionante Sergio que se nota que no perdió el tiempo comiendo natilla ni buñuelos. Detrás de ellos Lucho, Luigi y Leonardo. La gasolina de la moto de Giovanny no le alcanzó sino para llegar de séptimo. En el octavo llegó Parrita escoltado por David, José, Jonathan, Mauricio, Julián, Rafael, Antonio, Cristian, Andrés, Rubén, Arley, Fabio, Paolo y Gabriel.  Cerrando el lote pero dentro del límite de tiempo, Peter y yo. Me va a tocar aprender a hacer maromas en la bicicleta como hace Sagan cuando llega, para ponerle picante a mi llegada.

Bueno, eso es todo compañeros. Como se pueden dar cuenta el Clásico BSR Apertura 2015 arrancó con todo. Nos vemos la próxima.

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